El tratamiento con fisioterapia contribuye a ralentizar el deterioro físico que sufren las personas con Alzheimer como consecuencia del avance de la enfermedad, según ha informado el Colegio Profesional de Fisioterapeutas de la Comunidad de Madrid (CPFCM).

Se trata de una de las apreciaciones que ha hecho la Institución colegial coincidiendo con la conmemoración, este lunes, 21 de septiembre, del Día Mundial del Alzheimer, para dar visibilidad a la importancia de la fisioterapia en el tratamiento de una enfermedad que afecta a más de 800.000 personas en España y que cada vez tiene mayor prevalencia. Y es que, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), en los próximos veinte años se espera que su prevalencia sea el doble y se estima que el 80% de los casos de Alzheimer que aún son leves están todavía sin diagnosticar.

Por este motivo, y aunque no existe todavía cura para la enfermedad, la fisioterapia es una parte importante dentro del tratamiento de la enfermedad, que ayuda a reducir y retrasar el deterioro físico derivado del avance de la enfermedad. Tal y como explica la secretaria general del CPFCM, Montserrat Ruiz-Olivares, “la fisioterapia ayuda a conservar la autonomía e independencia, mejora el equilibrio y coordinación de los pacientes, evita las temidas caídas y sus consecuencias, contribuye a mantener las funciones cardiorespiratoria y digestiva, reduce las rigideces y contracturas. En resumen, ayuda a mantener y mejorar la calidad de vida de los pacientes”.

Para ello, indica, “se recomienda comenzar el tratamiento en las primeras fases de la enfermedad para conseguir mantener el nivel de independencia del paciente durante el mayor tiempo posible. Así, en la primera fase se emplearán técnicas de relajación, terapia manual, hidroterapia y sobre todo ejercicio terapéutico guiado y adaptado a las circunstancias de cada paciente. Este ejercicio que irá encaminado a movilizar y prevenir atrofias, rigideces y dolores, así como a mantener la autonomía, entrenando la marcha y la coordinación”.

En las fases más avanzadas de la enfermedad, el papel del fisioterapeuta se orientará hacia técnicas más asistidas y pasivas que minimicen complicaciones y mejoren la calidad de vida del paciente, que se encuentra ya en muchos casos, encamado y con un importante deterioro físico y psíquico. “El trabajo del fisioterapeuta en esta fase estará orientado fundamentalmente a evitar las complicaciones de un encamamiento prolongado como problemas respiratorios, circulatorios, de estreñimiento, cutáneos…”, subraya Ruiz-Olivares.

Desde el CPFCM, se recuerda que, si bien en todas las fases del tratamiento la colaboración con el paciente es importante, a medida que avanza la enfermedad y comienza a visibilizarse el deterioro psicológico, esta puede verse reducida, siendo imprescindible entonces contar con la colaboración de los familiares, que serán los encargados de continuar con las pautas y las indicaciones del fisioterapeuta.