Ante el Día Mundial del Corazón, que se celebra el 29 de septiembre, el CPFCM quiere poner el foco en la aportación -poco conocida aún- que realiza la fisioterapia dentro de los procesos de rehabilitación cardiaca.
La rehabilitación cardíaca es un proceso integral diseñado para la recuperación física, mental y sociolaboral de las personas afectadas por enfermedades cardiovasculares. Se trata de una intervención reconocida y recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde 1964, que ha demostrado su coste-efectividad y que cuenta con el mayor grado de evidencia científica.
Sin embargo, apenas un 36% de los pacientes españoles afectados por una lesión cardiovascular se benefician actualmente de programas de rehabilitación cardíaca.
Un “viaje” de tres etapas
“La rehabilitación cardiaca se desarrolla en tres etapas que el paciente va a recorrer acompañado por un gran número de profesionales sanitarios que trabajan de forma coordinada, complementaria y eficaz”, explica Joaquín Domínguez Paniagua, fisioterapeuta de la Unidad de Rehabilitación Cardiaca del Hospital Universitario Fundación Alcorcón.
.- Fase I: ingreso del paciente por un evento isquémico agudo (infarto) o tras una cirugía valvular o vascular programada.
Aquí resulta de vital importancia una intervención precoz, que ayuda a minimizar las secuelas. Siempre se desarrolla como ingreso hospitalario y es muy importante para el paciente la “humanización” de los cuidados que recibe del personal sanitario, así como el asesoramiento de las figuras reconocidas como “pacientes expertos”. Cuando llega el alta hospitalaria, cada paciente recibe indicaciones precisas dietéticas, farmacológicas y de actividad física hasta su incorporación a la segunda fase del programa de rehabilitación.
.- Fase II: se desarrolla de manera ambulatoria. El paciente se desplaza desde su domicilio hasta alguna unidad hospitalaria, donde trabajará cuatro pilares básicos:
a.- Identificación y control de los factores de riesgo cardiovascular;
b.- Programa de entrenamiento físico;
c.- Programa educativo y
d.- Abordaje psicológico.
También resulta muy relevante reforzar y trabajar la prevención secundaria, con el objetivo de minimizar posibles recaídas.
“Esta segunda etapa es la que clásicamente llamamos rehabilitación cardiaca, ya que se producen los mayores cambios e intervenciones, aunque ‘sólo’ se trata de la fase intermedia de este proceso”, aclara Domínguez Paniagua.
.- Fase III: cada paciente, al final de la segunda etapa, recibirá un alta con las indicaciones precisas, actualizadas y ajustadas de fármacos, ejercicio y próximas revisiones médicas. Es el mantenimiento para el resto de su vida, contando siempre con la supervisión de los profesionales de atención primaria y revisiones periódicas con su servicio de Cardiología.
Aportación de la fisioterapia
El fisioterapeuta trabaja dentro de un equipo interdisciplinar y en dos líneas de intervención, básicamente:
1.- Se encarga del diseño, instrucción, adaptaciones, registro y ejecución de las sesiones del programa de entrenamiento físico.
“El objetivo es minimizar las secuelas de la lesión cardiovascular y tratar de mejorar todo lo posible la capacidad de tolerancia al ejercicio, pues ello va directamente relacionado con mejorar el pronóstico y la calidad de vida de los pacientes”, continúa este fisioterapeuta, miembro también del CPFCM.
De este modo, se facilita la reincorporación laboral en cerca del 85% de los casos de pacientes previamente activos, así como la reducción de la aparición de nuevos eventos y de muerte por causa cardiovascular en más de un 40%.
2.- Prevención secundaria. “Como agentes de salud que somos, los fisioterapeutas tenemos la obligación de formar parte del proceso de prevención secundaria a través de sesiones educativas que transformen al paciente de un sujeto ‘pasivo’ sobre el que intervenimos con fármacos o ejercicio, en un sujeto activo y corresponsable de sus cuidados para un proceso crónico y de cuidados para toda la vida, como son las enfermedades cardiovasculares”, añade Joaquín Domínguez Paniagua.
La clave de ese cambio se basa en formar y educar a los pacientes y su entorno familiar en la identificación de los factores de riesgo cardiovasculares y en aprender en qué consiste un estilo de vida cardiosaludable basado en una dieta mediterránea, realización de ejercicio físico indicado diario, abandono de toda forma de tabaco y tóxicos, cumplimiento estricto de la toma de los fármacos prescritos, control del peso y manejo del estrés.
Retos pendientes
“Según indican los estándares de calidad de la Sociedad Española de Cardiología, el rol del fisioterapeuta se considera imprescindible en las unidades de Rehabilitación Cardíaca, para que estos equipos puedan desarrollar programas básicos, especializados o avanzados con pacientes cardiovasculares”, señala Joaquín Domínguez Paniagua.
Datos recogidos en España por sociedades científicas médicas y de Enfermería estiman que los fisioterapeutas participan en el 90% de los programas de rehabilitación cardíaca que se desarrollan en la actualidad.
“Pero es importante matizar que muchos de los fisioterapeutas que trabajan en rehabilitación cardíaca lo hacen con una dedicación parcial de su tiempo asistencial. Por tanto, debemos reivindicar la necesidad de aumentar nuestra presencia para llegar al 100% de los programas y poder ayudar a recuperar la salud cardiovascular tras evento a un porcentaje más elevado de la población”, continúa Domínguez Paniagua, a la vez que recuerda que las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de mortalidad en España (120.000 personas al año, cerca del 24% del total de muertes) superando los fallecimientos por cáncer o enfermedades respiratorias.
Formación especial
Los fisioterapeutas que intervienen en las unidades de Rehabilitación Cardíaca necesitan una formación especial en fisioterapia respiratoria, fortalecimiento muscular y resistencia aeróbica, los tres pilares de las sesiones de entrenamiento físico.
A la vez, como estas técnicas van a ser aplicadas con pacientes cardiovasculares, también resulta imprescindible la formación específica en la fisiopatología del corazón, su farmacología, así como en la interpretación básica de los electrocardiogramas, ya que los pacientes van a estar monitorizados con telemetrías para poder entrenarlos con la mayor seguridad y con la mayor intensidad posible.
El fisioterapeuta también necesita saber interpretar las pruebas de esfuerzo, tanto convencionales como las realizadas con consumo de gases o ergoespirometrías, pues los datos que se obtienen sirven de primera referencia para poder comenzar a diseñar correctamente las primeras sesiones de entrenamiento, además de identificar las “banderas rojas” que hay que vigilar y nunca rebasar en cada caso concreto.
También es imprescindible la formación sobre técnicas de soporte y reanimación cardiopulmonar. “Aunque la incidencia de reinfartos o paradas cardiorespiratorias son mínimas durante los entrenamientos en programa (1 cada >160.000 horas de entrenamiento), nuestras salas deben contar obligatoriamente con todo el material necesario (incluido desfibrilador) para atender paradas cardíacas, y cada miembro del equipo deberá saber con precisión el rol que debe desempeñar si se produjese un evento adverso”, concluye este fisioterapeuta madrileño.
Respecto al trabajo educativo, clave en la adherencia y prevención secundaria, los fisioterapeutas deben estar formados y actualizados sobre los valores que las guías de práctica clínica recomiendan para sus pacientes en campos tan diversos como nivel de lípidos y azúcar, tensión arterial, peso, dieta; y marcar de manera proactiva junto al paciente la dosis individualizada, eficaz y segura de ejercicio para todos y cada uno de ellos (tipo, duración, intensidad y frecuencia).