Se trata de una de las causas de demencia más frecuente, junto con las de tipo vascular, y se caracteriza por un deterioro progresivo y global de las capacidades intelectuales que afecta de forma creciente a la vida laboral, personal, social y familiar de todo aquel que la padece.
Además, a medida que va avanzando la enfermedad se ven afectados también aspectos como la memoria, la capacidad de enjuiciamiento, las aptitudes perceptivas, el lenguaje, la personalidad y la conducta.
El alzhéimer se manifiesta generalmente a partir de los 65 años, aunque puede aparecer en casos más aislados en edades más tempranas. Se prolonga durante aproximadamente 10 años y, según el consenso médico, existen tres fases que caracterizan su evolución y “en las que la fisioterapia puede aportar diferentes beneficios que contribuyen a la mejora y mantenimiento de su calidad de vida”, afirma José Santos, secretario general del Colegio Profesional de Fisioterapeutas de la Comunidad de Madrid (CPFCM).
TRATAMIENTO DEL ALZHÉIMER CON FISIOTERAPIA
Si bien no existe una cura para esta enfermedad, la fisioterapia forma parte de los tratamientos que pueden favorecer la calidad de vida de las personas que sufren alzhéimer. Los objetivos fundamentales del tratamiento con fisioterapia están orientados a prevenir problemas asociados a la evolución de la enfermedad y a retardar su desarrollo en la medida de lo posible.
En función de la fase en la que se encuentre la enfermedad, las técnicas de fisioterapia que deben aplicarse varían, pero según Santos, “no se recomienda en ningún caso la aplicación de técnicas como la electroterapia en este tipo de enfermos, ya que puede producir alteraciones sensitivas”.
Así, durante la primera etapa de la enfermedad no suelen presentarse graves problemas que requieran de tratamiento fisioterapéutico, pero se puede contribuir a mantener el nivel de independencia del enfermo durante el mayor tiempo posible con ejercicios de relajación, masaje, musicoterapia o hidroterapia. Mediante estas técnicas se pueden prevenir las dificultades de movilidad derivadas del avance de la enfermedad, y retardar los problemas de desorientación y desplazamiento.
Durante la segunda fase de la enfermedad, se trabaja además con tratamiento postural, realizando con el paciente ejercicios flexibilizantes de columna y tórax, ejercicios de potenciación muscular, de autocorrección de la columna y fisioterapia respiratoria; con el objetivo de profundizar el tratamiento iniciado en la fase anterior. En esta segunda fase en cambio, se tendrá que tener en cuenta “una menor colaboración del paciente debido a su deterioro psicológico”, explica José Santos.
Finalmente, en la tercera fase de la enfermedad, caracterizada por una situación postrera del enfermo, la fisioterapia puede contribuir a hacer que el paciente en esta situación cuente con la mejor calidad de vida posible.
Durante esta última etapa, el fisioterapeuta encuentra a un paciente encamado, deteriorado orgánica y psíquicamente, y con escasa o nula capacidad de colaboración en las sesiones de fisioterapia. Los objetivos del tratamiento en esta fase están orientados fundamentalmente al mantenimiento de la movilidad articular y del tono muscular, así como a la prevención de las complicaciones derivadas de la situación de rigidez del paciente. En este sentido, el tratamiento consiste fundamentalmente en establecer pautas de cuidado postural en el encamado, practicar masajes tonificantes que mantengan la turgencia de los tejidos cutáneos y realizar ejercicios de respiración naso-diafragmática, aprovechando los cambios posturales.
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