El Colegio, a iniciativa de la Comisión de Fisioterapia en Neurología, colabora en una campaña de sensibilización ante el ictus pediátrico, junto con el hospital Beata María Ana y la Fundación Sin Daño, que atiende a niños con daño cerebral adquirido y a sus familias.
El objetivo de esta acción es visibilizar los síntomas de un posible caso de ictus infantil, ante la población en general y los profesionales sanitarios, para abordar cuanto antes el tratamiento y reducir las secuelas neurológicas, que afectan al 80% de pacientes que pasan por esta situación.
“No queremos alarmar pero sí prevenir. El diagnóstico precoz es la principal herramienta para limitar el daño cerebral. Es fundamental que se actúe ante un ictus pediátrico en un plazo máximo de dos horas desde el inicio de los síntomas, ya que a partir de entonces se empiezan a necrosar neuronas. Cuanto más tiempo pase, mayores serán las lesiones y las secuelas”, explica Ana Herrero de Hoyos, presidenta de la Comisión de Fisioterapia en Neurología del CPFCM.
Entre las señales de alarma: que a un niño le cueste mover la mitad del cuerpo, que se le tuerza la boca en exceso, que le cueste hablar, entender o ver bien de forma repentina, o que se adormile sin motivo. En todos estos casos es conveniente avisar al 112 o acudir a urgencias lo más rápido posible; preferiblemente, a unidades especializadas, para descartar un ictus pediátrico o abordarlo si se confirma. En la Comunidad de Madrid tienen estas unidades los hospitales Gregorio Marañón, 12 de Octubre y La Paz.
«La población piensa de forma generalizada que el ictus solo afecta a adultos y acude a urgencias con rapidez, pero existe menos información sobre la posibilidad de que ocurra a niñas y niños. El tiempo de reacción suele ser más lento, lo que aumenta las posibilidades de que las secuelas sean mayores”, añade Ana Herrero de Hoyos.
Baja incidencia
El ictus es una alteración repentina de la circulación de la sangre en el cerebro y puede deberse a un taponamiento o a una rotura de una arteria cerebral.
La incidencia del ictus pediátrico -hasta los 18 años- es muy baja, de 2 a 13 casos por cada 100.000 habitantes en España. En la Comunidad de Madrid se diagnostican unos 29 casos al año.
Además, desde 2019, existe un Código de Ictus Pediátrico en la región. Su aplicación generalizada paliaría en gran parte el problema actual, con población infantil gravemente afectada en los centros de neurorrehabilitación y con lesiones neurológicas irreversibles que, a largo plazo, desencadenarán otras secuelas.
Mientras que la investigación ha determinado patrones de riesgo en el ictus adulto, como el consumo de tabaco, la obesidad o la edad, aún no se han identificado las causas en el ictus pediátrico. Se conocen algunas, como cardiopatías genéticas, los accidentes, algunos procesos infecciosos y problemas de coagulación. Un aumento de la investigación en este campo permitiría conocer qué niños pueden estar más predispuestos, para aumentar la vigilancia en estos casos.
Ayuda de la fisioterapia
La fisioterapia interviene una vez que se ha producido el ictus pediátrico, desde el primer momento, dentro del equipo interdisciplinar de neurorrehabilitación, para intentar minimizar las secuelas. Aborda la parte motora, intentando que el niño recupere la máxima función posible, para reducir los grados de discapacidad.
En estos equipos actúan otros profesionales sanitarios, como neurólogos, neuropsicólogos, terapeutas ocupacionales y logopedas, según el grado de afectación, que puede llegar a problemas respiratorios, digestivos, cognitivos, daños a nivel motor, pérdida de movilidad… una situación que afecta a la familia y a todo el entorno.
“Durante la fase aguda, que dura entre tres y seis meses, la intervención de la fisioterapia es vital para lograr la máxima funcionalidad posible. A partir de ese periodo la fisioterapia es muy necesaria en una etapa de mantenimiento, que suele necesitar el paciente durante toda su vida: previene deformidades que con el paso del tiempo le impedirán realizar actividades cotidianas, promueve que disminuya el grado de dependencia y favorece su inclusión social”, añade Ana Herrero de Hoyos.
Dentro de esta campaña, el CPFCM también reclama un mayor apoyo de la Sanidad Pública, que en la actualidad solo cubre la fase aguda, de manera que cada familia tiene que correr con todos los gastos a partir de los seis meses del ictus, que incluyen la asistencia del fisioterapeuta, la adaptación del entorno, sillas de ruedas cuando es preciso, etc. “Si no reciben ese tratamiento global a lo largo de su vida, los niños van a caminar mal, moverse mal, van a ir surgiendo deformidades, dolores…, y muchas familias no pueden asumir esos costes«, advierte Ana Herrero de Hoyos.
Para más información sobre el ictus pediátrico, accede a este enlace de la Comunidad de Madrid.